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viernes, 16 de noviembre de 2012

utilidad de la energia para la agricultura


Energía para la agricultura

Los agricultores utilizan multitud de máquinas para labrar, sembrar, cosechar, elevar agua para riego, etc. Por esta razón, el precio del gasóleo es un factor tan importante para su negocio como lo fue la lluvia antaño. La agricultura actual depende de gran cantidad de aportes de energía externa para forzar el crecimiento de los cultivos.
Hasta hace medio siglo, la agricultura en España producía energía, al captar la energía solar en forma de cosechas sin consumir apenas petróleo ni electricidad.
Actualmente, cada caloría de alimento cosechado requiere la inversión de gran cantidad de gasoil en la maquinaria agrícola, electricidad para los motores de riego, fertilizantes químicos fabricados con alto consumo de energía, pesticidas, etc. Por esta razón, se habla de “patatas hechas con petróleo”.
Los agricultores están volviendo los ojos a un modelo más racional de agricultura, con control biológico de plagas, uso de fertilizantes orgánicos, procedimientos de labranza menos agresivos, cultivos adaptados al clima local que requieren menos agua, etc. Este tipo de agricultura “ecológica” puede producir alimentos con un consumo de energía significativamente reducido
La capacidad del hombre para modificar el medio natural depende del volumen y del tipo de energía que puede manejar, pero solamente el 5% de la energía fósil consumida anualmente se utiliza en operaciones agrícolas.
Con la energía mecánica producida por el esfuerzo del hombre, ayudado por los animales de tiro, solo se puede alcanzar un nivel de subsistencia. Contar con recursos energéticos complementarios de los aportados por el sol, relativamente baratos, incrementa notablemente la renta del agricultor.

Hace menos de 300 años los combustibles disponibles eran la madera y carbón derivado, la energía del viento o del agua para moler el grano, el aceite para la iluminación nocturna y la fuerza humana y animal para cultivar, transportar, etc.
Hace menos de 200 años la esperanza de vida en Europa era de solo 38 años. Se necesitaba trabajar 72 horas por semana; las mujeres trabajaban todavía más. Las épocas frías o secas generaban déficits alimentarios y carencias (no había legumbres frescas). En algunas regiones de la Tierra, todavía continúa este modo de vida, incluso dentro de áreas geográficas desarrolladas, especialmente en el medio rural.

Con la Revolución Industrial (y agrícola) la situación empieza a cambiar. Así, la explotación de minas de carbón, el descubrimiento del petróleo, la utilización de la electricidad, la invención del motor de explosión, etc., proporcionan fuerza motriz utilizando recursos energéticos naturales generalmente no renovables. La tecnología libera al hombre del trabajo físico, la población en su conjunto vive mejor, y no solo unos privilegiados.

El nivel alcanzado en el consumo de energía para la Agricultura permite establecer diferencias entre países ricos y pobres. Los parámetros de referencia son el consumo energético por persona y por unidad de superficie. Pero no siempre el ecosistema es capaz de soportar el impacto que le produce la llegada continuada de esta energía externa bajo formas diversas: labores, fertilizantes, riego, etc. y evoluciona hacia un agrosistema más o menos estable dependiendo de la fragilidad del medio considerado.

En general las técnicas de producción van buscando un equilibrio entre el coste de la tierra (abundancia o escasez) y el de la mano de obra, en ración con los precios agrícolas.

El consumo de energía fósil en la agricultura tiene poca importancia relativa en el consumo mundial, pero con ella se incrementa notablemente la productividad, y esta energía se utiliza principalmente en la motorización de la agricultura, en la fabricación de los agroquímicos, en el riego mecanizado y en la desecación y otros procesos realizados con las cosechas que hacen posible su conservación. Tampoco hay que olvidar el consumo energético para la climatización de los edificios agrícolas y ganaderos, y para el transporte de las cosechas hasta el consumidor, que aumenta a medida que este se aleja de los lugares de producción.

Gracias a la energía fósil utilizada en la agricultura es posible alimentar a una población en crecimiento exponencial. Así, un cazador-recolector necesitaba para alimentar a su familia una superficie de 200 a 5000 ha/persona; la agricultura nómada, de la que todavía se alimentan 250 millones de personas, necesita una superficie de 4 ha/persona. Con la agricultura tecnificada se puede alimentar más de 25 personas/ha.

Se puede poner un ejemplo que permite relacionar el consumo energético con la producción para diferentes niveles de tecnificación en un cultivo como el arroz. Con el nivel de tecnificación que se aplica en agricultura desarrollada se necesita utilizar 65 000 MJ/ha de energía fósil, en la que se incluye el combustible para las operaciones mecanizadas, la que llega en forma de agroquímicos (fertilizantes y fitosanitarios), la necesaria para el secado y la que consumen los equipos de riego

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